Sam se disfrazó de pirata con pata de palo, parche en el ojo y cara de enojo.
Era la fiesta de Halloween de la escuela y en el camino pararía para ver antes a su abuela.
En la fiesta, Sam se lo pasó en grande con su amigo Lucas y su amiga Adriana, contándose historias de miedo y de fantasmas.
Comieron tartas y chucherías y Sam tomó muchas porque en su casa esas cosas no se comían. Algunas tenían formas de fantasmas y otras de brujas. Había también calabazas con ojos oscuros, que daban un poco de susto.
Cuando la fiesta terminó, Sam con su padre a casa volvió.
-Lucas y Adriana, se han pegado cada susto, mientras yo me quedaba tan a gusto. Ya les dije, que los fantasmas no existen,- decía mientras reía.
Al llegar a casa, su perro Apio y su gata Avellana, le esperaban en la puerta con muchas ganas. Parecían un poco asustados y Sam se quedó algo preocupado.
-¿Qué os pasa? ¿También habeis visto un fantasma?
Entonces un viento fuerte hizo que se callara de repente.
Apio y Avellana de sus piernas no se separaban, ni siquiera cuando se metió en la cama.
El viento continuaba azotando, y Sam vio algo en la ventana que lo dejó pensando.
-¿Qué es eso de ahí fuera que se mueve y vuela?
Sam a la ventana se acercó, y aquello tan extraño volando de nuevo pasó.
Sam dio un salto hacia atrás y tuvo ganas de gritar, pues creyó que había visto a un fantasma pasar. Tropezó con Apio y Avellana que detrás de él temblaban.
Aunque estaba algo asustado, decidió investigar que era lo que estaba pasando. Tomó una linterna entre sus manos y salió al patio dando pequeños pasos.
Nada más poner un pie fuera, el fantasma pasó volando sobre su cabeza. Sam se asustó tanto que corrió hasta su cama, rápido como un rayo. Apio comenzó a ladrar y Sam vio al fantasma tras la ventana flotar. Avellana asustada se acurrucó a los pies de la cama.
Era tanto el ruido que hacían, que el papá y la mamá de Sam fueron a ver que sucedía.
-¡Ay papá, mamá!Hay un fantasma ahí fuera, que en mi cuarto quiere entrar,- Sam corrió y a las piernas de su madre se abrazó.
-¿Pero no decías que en los fantasmas no creías?,- le preguntó su padre.
-¡Pero mira, mira ahí fuera papá! Cuando lo veas tú también te asustarás.
El papá de Sam abrió la ventana y atrapó al fantasma.
-Mira tu fantama mágico, es una bolsa de plástico.
Sam al descubrir la verdad, volvió a respirar.
Pero cuando miró a Apio y a Avellana, vio que seguían mirando asustados al supuesto fantasma. -No sigáis asustados, es solo una bolsa de plástico,- les explicó Sam.
Los animales al escucharlo se quitaron de en medio, pues ellos sí sabían que el plástico no era un buen remedio.
A veces las cosas que más miedo nos dan, no son las que más nos tendrían que asustar.
Y es que el plástico es un problema global que a todos nos tendría que asustar y que juntos debemos solucionar.
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