Adrián es de todos los bosques del mundo su guardián.
Adrián viaja por todo el mundo saltando de árbol en árbol. Sus saltos son tan altos que cuando lo ves parece que va volando.
Su trabajo es vigilar que todos los bosques a salvo están. Pues Adrián es hijo de las flores, de los árboles y de la tierra, y es el más feliz del mundo viviendo entre ellas.
Pero cada vez le cuesta más viajar, pues menos árboles hay entre los que volar.
Un día curaba a un árbol que tenía las ramas quemadas, cuando escuchó que alguien lejos lloraba.
Fue saltando entre los árboles persiguiendo el sonido, y en seguida se topó con el triste ruido.
Un búho en un viejo roble lloraba sin parar. ¡Sus ojos grandes, cientos de lágrimas iban a derramar!
-¿Por qué no paras de llorar?,- le preguntó Adrián.
-Mi árbol está triste porque lo van a cortar. Y sin casa me voy a quedar.
-Pero ¿quién se atreverá a talar este magnífico ejemplar?
-Unos hombres vinieron y después de buscar y buscar, dijeron que era mi árbol el que tenían que talar.
El búho continuaba llorando, mientras Adrián estuvo un buen rato pensando.
Cogió al búho entre sus largos brazos y acunándolo consiguió tranquilizarlo.
-Yo viajo por los bosques del mundo y ayudo todo lo que puedo, pero parece no haber remedio,- le dijo Adrián al búho.
-¿Viajas por todos los bosques? ¡Entonces tú eres el guardián!,- ante la noticia el búho sonrió más.
-No podré impedir que los hombres derriben tu árbol, pero te prometo que si viajas conmigo siempre encontrarás un abrazo.
Desde aquel día el guardián de los bosques no viajó solo nunca más, y cada vez que un animal necesita un hogar, sus abrazos están ahí para ayudar.
Los bosques del mundo están sufriendo cada día más. Ellos son vida y si dejan de existir todo nos irá mal.
Adrián ayuda siempre que puede y por eso la naturaleza le llama el guardián. Pero todos podemos llamarnos así, si somos buenos con los bosques y los ayudamos a vivir.
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