Al ver que el niño dormía, entró buscando por si algo le atraía.
Sobre una mesita encontró, un libro con algo que le interesó.
La imagen de un oso en la portada, pudo ver dibujada.
Benjamín se despertó, y muy fuerte se rio.
-Un oso pareces ser, así que no puedes leer.
Al ver al niño reirse, el oso molesto decidió irse.
Benjamín entendió que había hecho mal, y muy rápido lo quiso arreglar.
-Perdona oso no te vayas así, no quise reirme de ti. Para que el cuento puedas comprender, yo te lo voy a leer.
Cuando Benjamín empezó a leer, se dio cuenta de su torpeza también.
Entonces fue el oso quien se rio, y a Benjamín al que vergüenza le dio.
-¡Mira que tarde es! Ya no es hora de leer. Si vuelves mañana, te leeré con más ganas.
Benjamín estuvo al día siguiente, de su libro muy pendiente.
Sus padres se pusieron muy contentos, al verlo no despegarse de aquel cuento.
Benjamín cuando la noche llegó, a su amigo mejor le leyó.
Y era algo que se merecía, pues había practicado todo el día.
Pero las horas pasaban, y los ojos de Benjamín se cerraban.
-Puedes volver mañana otra vez, y ya verás que mejor te leeré.
Y de este modo Benjamín, pasó aquel verano leyendo con su amigo tan feliz.
Continuará...
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