El día de Navidad llegó y Manuela pronto se despertó.
Había esperado con mucha emoción la llegada de ese día, porque con su nueva amiga Daniela jugaría.
En la noche de Nochebuena no había parado de nevar, así que tendrían, mucha nieve con la que jugar.
La calle desde muy temprano se llenó de niños y niñas haciendo figuras de nieve.
Daniela llegó super vestida, porque el frío se metía hasta en los huesos de las rodillas.
Las niñas de la mano cogidas, salieron a saltar sobre la nieve, como si se conociesen de toda la vida.
Manuela quería hacer unas figuras de los duendes de la Navidad, y le explicó a su amiga como eran en realidad.
-Manuela,¿de verdad crees que son de verdad?,- dijo Daniela casi sin pestañear.
-Yo nunca digo mentiras, los duendes son de verdad y cuando aparezcan otra vez, te lo pienso demostrar, - respondió Manuela.
La cara de Daniela no parecía muy convencida, pues siempre había pensado que los duendes formaban parte del mundo de la fantasía.
Aún así hicieron los muñecos de nieve, a semejanza de los duendes. Se llevaron todo el día, y ya casi cuando anochecía, Daniela le confesó algo a su amiga.
-Si tus duendes fuesen de verdad, ojalá con algo me pudiesen ayudar.
-¿Por qué triste de repente te pusiste?,- le preguntó preocupada Manuela.
Daniela se acercó y le confesó algo que quería y que nadie más en el mundo sabía.
Aquella noche Manuela pensó mucho en su amiga. Y cuando fue hasta el árbol de Navidad, se reencontró con los duendes, dando un grito de felicidad. Por un momento, pensó en quedarse la bola, pues tenía muchos deseos que no conseguiría cumplir sola.
Pero Manuela entendía que una de las cosas más importantes de la Navidad, era ser generosa con los demás.
Fue hasta el alfeizar de la ventana de Daniela, y compartió la magia de la Navidad con ella.
Este es el secreto de los duendes de la Navidad, y de como pueden viajar de hogar en hogar: y es que solo puede suceder cuando las personas les ayudamos a compartir, la Alegría de Vivir.
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