Aquella sería la primera navidad de Manuela en su nueva hogar. Hacía pocos meses que la familia se tuvo que mudar de ciudad, por el nuevo trabajo de mamá.
A Manuela no le gustaba mucho el nuevo lugar, porque lejos de sus amigas tenía que estar.
Las amigas de Manuela eran las mejores del mundo mundial, nunca encontraría a otras igual.
Al menos parecía ser más Navidad, porque había nevado y Manuela la ilusión volvió a recuperar.
Manuela miraba de vez en cuando la bola de navidad buscando a los duendes con los que un día creyó soñar. Pero ya no estaban dentro de la bola y nos les podía decir hola.
“Ojalá los duendes volvieran, porque ahora les pediría tener a mis amigas cerca”,- pensaba Manuela.
Manuela tenía una fiesta de navidad en el colegio, que habían preparado con mucho cariño todos los maestros.
-¡Ay que bien Manuela! No te pongas nerviosa y respira. Ahora podrás conocer más a tus nuevos amigos y amigas,- le animó su madre.
Manuela estaba segura que no serían como sus amigas de la otra ciudad, pero tal vez encontrase alguna que se le pudiese acercar...
El día de la fiesta llegaba y tenía que ir disfrazada.
Manuela había elegido a uno de sus personajes favoritos: el señor Scrooge, de Cuento de Navidad, sería un magnífico disfraz.
A Manuela le encantaba leer y ese libro caía entre sus manos una y otra vez.
Su madre que muy bien cosía, le hizo el disfraz de maravilla.
Cuando disfrazada se miró en el espejo, Manuela reconoció al ávaro viejo.
Al llegar al gran patio del colegio, todo estaba lleno de luces y muchos árboles de navidad, y había tantos adornos bonitos que Manuela estaba llena de felicidad.
Miró a un lado y a otro buscando a una nueva amiga con la que poder jugar.
A su alrededor, había elfos, muñecos de nieve, hadas... pero Manuela a niguno se atrevía a decir nada.
Se acercó a uno de los árboles de navidad y algo llamó tanto su atención que le lleno de emoción. En una de las bolas que lo adornaba, algo especial pasaba: ¡Los duendes de la Navidad de nuevo allí estaban!
De repente la bola, aún más brilló y una voz detrás de Manuela habló:
-¡Qué bola de navidad más bonita!,- dijo una niña vestida de fantasma con una cadena atada a sus pies, algo sorprendente acababa de suceder,- ¡Vaya, vaya, vaya volvemos a vernos señor Scrooge!,-siguió hablando la niña vestida de fantasma.
Manuela con la boca abierta de par en par, tardó un rato en reaccionar.
-¡Bah paparruchas!,- Manuela recordó la expresión del señor Scrooge, y entre las niñas se encendió una luz. La ilusión que le hizo encontrar a alguien disfrazado de Marley, el otro personaje de Cuento de Navidad, era lo mejor que en la fiesta le podía pasar.
Manuela y su nueva amiga se sabían el cuento de memoria y delante de toda la escuela, interpretaron la historia. Al finalizar los aplausos no se hicieron esperar. Las niñas pusieron tanta emoción en la actuación, que todos en el colegio quisieron como regalo ese cuento.
Al terminar el día Manuela se despidió de su amiga con mucha alegría.
-Por cierto, me llamo Daniela,- dijo Marley.
-Yo soy Manuela,- contestó el señor Scrooge.
La magia de los libros volvía a suceder y la ilusión de Manuela no paraba de crecer.
Una nueva amistad se forjó aquel día, y fue gracias al amor por la lectura que eso sucedía.
Los duendes saltaron de felicidad, porque la ilusión de Manuela crecía cada día más.
¿Y sabéis qué? Continuará...
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