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Foto del escritorElvira y Gema

LAS COSQUILLAS

Las cosquillas. ¿Quién no ha reido hasta terminar llorando con ellas? ¿Quién no ha pedido a gritos a quien se las hace que pare, aunque en realidad está deseando que siga? Las cosquillas dan una felicidad absolutra, aunque sea solo mientras que las "sufres".

Durante la infancia, los ataques de cosquillas ocurren a menudo. Cada vez que ves a tu hermano o hemana o a tu mejor amiga mirarte de una manera especial, mientras se acerca moviendo las manos en señal de cosquilleo.... ya te estás riendo a carcajadas mientras le pides que no lo haga, pero tú y yo sabemos que estás deseándolo.

Incluso en los malos momentos, cuando mamá o papá te riñen por algo que no has hecho bien, o en el cole te han llamado la atención por una mala nota, las cosquillas son como una medicina: estás triste y, por ejemplo, tu hermano lo sabe y sabe también cual es el mejor remedio. Estás en la cama acostada, sin querer hablar con nadie, muy enfadada, y de repente entra en tu habitación, y la magia de las cosquillas aparece.

Luego nos vamos haciendo mayores y cada vez se producen menos ataques de cosquillas, quizás sea porque nuestras risas han cambiado. Cuando somos pequeños son contagiosas y los ojos nos brillan de felicidad. Y eso es adictivo para quien hace las cosquillas. Pero al crecer nuestras risas cambian, y el brillo de los ojos está más apagado. Así que las cosquillas se las hacen a otros.

Pero hay otras cosquillas ¿sabéis? Esas cosquillas son las del estómago, las que no te hace nadie, las que nacen desde muy dentro de ti, cuando te pasa algo que te hace muy feliz, o cuando consigues algo por lo que te has esforzado mucho. Y os aviso: esas cosquillas son también muy especiales.

Gema y yo las sentimos mientras creábamos "Los viajes de Clara", las volvimos a sentir cuando tuvimos por primera vez el libro entre nuestras manos, nuestro sueño cumplido, y las volvemos a sentir ahora, fuertes muy fuertes, porque estamos continuando la historia de Clara.

Son unas cosquillas que te hacen llorar, pero llorar de felicidad. Y es entonces cuando la magia vuelve y floreces como las flores en primavera, porque justo en ese momento te das cuenta que puedes volver a reir tan fuerte, como cuando eras pequeño.




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